Como montaña rusa

¿Quién iba a imaginar que después de salvar tres puntos de partido con el servicio, -dos de ellos con aces perfectos, con aplomo- el Tie Break del tercer set terminaría 0-7 y con tres doble faltas, la última en el punto de campeonato? Nadie. Con esta pregunta me refiero a lo que le sucedió a Joao Souza ante Nico Jarry en la final del Challenger de Medellín. El chileno después de dos horas y 10 minutos vencería por 6-1, 3-6 y 7-6 con esa insólita definición rápida. 

El título de esta columna se basa en todos esos momentos que la Torre vivió hoy y también por los que viene viviendo en los últimos años. Nicolás nunca había estado tan cerca como en aquellos Match Points del 6-5. Nunca había ganado un set en sus tres finales anteriores de Challengers. En las de este año la mayoría de la gente que sigue su carrera quedó con ese gusto amargo de “pudo ser mejor”, “qué poco faltó”. Y sí: con Bublik un par de errores y con Dutra Silva sacó para llevarse el primer parcial, pero no pudo. Hoy salió con todo, con ganas de comerse al rival, le pasó por encima con clase. Por lejos, su mejor nivel esta semana. 

Antes de seguir con lo de esta tarde, quiero detenerme en el camino a este título. Una vez dije que Michael Linzer era medio pelo, en este torneo había muchísimos medio pelo o simplemente jugadores de un nivel muy inferior. Al igual que aquella vez, quiero dejar en claro que si menciono esto no es para restarle méritos al logro de Nico, sino que lo resalto por haber aprovechado semejante oportunidad. Nicolás Santos fue el primer escollo. Un jugador muy débil para el actual Jarry, que no jugó bien. El cambio de superficie desde Wimbledon y la altitud de Colombia pudieron influir. Después vino Varillas. El peruano complicó a Nico que sobrevivió gracias al saque. Posteriormente el local Galán y nuevamente sobrio con el servicio y débil con la devolución. Lo mismo con Statham… pero con Souza, lejos el rival más duro del certamen tras la eliminación de Estrella, el primer set fue casi perfecto. Sólido, consistente, al ataque. Magnífico. Bajó en el segundo y el brasileño subió -cómo no, si es un jugador acostumbrado a jugar instancias importantes de Challenger- y la cosa quedó igualada, tan igualada como el set final, donde el número uno de Chile sufrió para ponerse 4-3. Cómo dolían esas derechas fáciles que erraba en ese game. Lo sacó adelante y mañana será aproximadamente el 140 del mundo. 

Como montaña rusa esa definición y como montaña rusa estos últimos años. Fue 172 hace unas temporadas pero una lesión truncó ese avance casi anormal. Cuánto costó la vuelta. Mordió el polvo, debió ir a ciudades que en nuestro radar no aparecen para surgir otra vez desde esos torneos que no cuentan con las comodidades del All England o Bois de Boulogne. Salió del top 600, siempre estaba cerca de las sorpresas pero algo pasaba, ganó un futuro en Rumania -país que por razones bien lejanas al deporte se nos hizo conocido en los últimos tiempos- y despues tres en Chile. Destacó en Santo Domingo por la Davis, comenzó a ser consistente en Challengers, luchó con Giraldo, ganó el pase a dos cuadros principales de Grand Slams y hoy, festejó el título más importante de su vida. 

Es su mejor momento. No hay duda de ello. Ahora va por más. Se nota en su actitud, quiere más y sabe que puede ir por más. En diciembre estaba a 312 puestos del Top 100. Mañana estará a solo 40. Le dicen progreso. Le agrego perseverancia. Llega el momento de descansar. Lo merece. Es momento de dejar la montaña rusa e ir por ese techo que nunca aparece, básicamente porque no lo tiene. 

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